jueves, 17 de marzo de 2011

La mujer Romana.

La situación de la mujer.

Las mujeres peor paradas en Roma eran las esclavas que eran consideradas objetos y no sujetos de derecho, puesto que, además de tener los peores trabajos, debían complacer a sus dueños en sus relaciones extra matrimoniales.
La mujer en la antigua grecia podían casarse aunque sí podían unirse a otro esclavo, unión llamada contubernium.
Los hijos libres, al nacer, eran depositados a los pies del padre que podía levan-
tarlos, señal de aceptación, o dejarlos donde habían sido puestos con lo cual quedaban
abandonados a su propia suerte.
            A lashijas, cuando nacían, si el padre no quería exponerlas, se debía dar orden
explícita de alimentarlas. Según la ley, el primogénito se salvaba de la exposición.
Las expuestas, si no morían, eran recogidas por otras familias como inversión
puesto que al llegar a su juventud eran vendidas como esclavas o como prostitutas.
Las niñas eran confiadas a esclavas, niñeras y amas de cría. Éstas se encargaban de su crianza. De la educación se encargaban profesores que iban a su casa. Así pasaban
de la infancia a la juventud en la que pronto se casaban.
la mujer de hoy tiene mas derechos como los siguientes:
En la familia:
Constitución Española: artículo 32.1
“1. Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia.
2. Los poderes públicos aseguran, asimismo, la protección integral de los hijos, iguales éstos ante la ley con independencia de su filiación y de las madres, cualquiera que sea su estado civil. La ley posibilitará la investigación de la paternidad.
3. Los padres deben prestar asistencia de todo orden a los hijos habidos dentro o fuera del matrimonio, durante su minoría de edad y en los demás casos en que legalmente proceda.
4. Los niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos”.
Hoy la situación del hombre y de la mujer se ha equiparado considerablemente en los países de cultura occidental, lo cual es de agradecer aunque aún quede parte del camino por recorrer. Hoy la mujer trabaja, sostiene el hogar con su esfuerzo económico y ésa es la clave de su equiparación, incluso la mujer ha accedido en lo últimos años a puestos sociales antes vedados como el servicio en el ejército demostrando que es igual de capaz que un hombre a la hora de conducir un taxi, pilotar un avión o gobernar una nación

La educación de la mujer.

La mujer romana tenía más libertad que la esposa ateniense clásica y mucha más que durante épocas posteriores. Sobre la situación de la mujer es necesario decir que las sociedades entonces eran patriarcales, es decir, su base política, económica y militar era masculina, el hombre era el que aseguraba el sustento de la familia y de la sociedad entera con su trabajo y el que la defendía con las armas en caso de guerra, por lo que su papel era preponderante.

Cuando llegaban los hijos y ella debía ocuparse de las primeras etapas de su educación como Aurelia se ocupó de la del joven César, enseñando a su hijo lo que significaba ser romano. Si el esposo se ausentaba su palabra era ley dentro de la casa tanto para esclavos como para clientes. La mujer romana se sentaba a la mesa en las cenas formales con los invitados, los hombres recostados en triclinios y ellas sentadas en sillas, aunque en época de Augusto muchas ya se reclinaban en los triclinos provocando el escándalo de las señoras más tradicionales.

El matrimonio.
Entre las familias aristocráticas romanas solían concertarse matrimonios de conveniencia. Toda la vida romana estaba reglamentada por contratos, incluso la relugión romana se basaba en contratos entre los dioses y los hombres, así pues, para que se celebrara un matrimonio era necesario contar con el permiso de los padres de ambos contrayentes, los matrimonios entre hermanos se consideraban crimen de incestum (incesto), bajo determinadas circunstancias los primos podían casarse. El matrimonio podía ser concertado cuando ella cumpliera 12 años y él 14, aunque para la boda formal se esperara a que ella pudiera desarrollar una vida sexual plena. Este compromiso, que encontramos en las demás culturas de la Antigüedad (el caso más famoso es el del compromiso de San José con la Virgen María) podía ser roto por cualquiera de las dos partes sin compensaciones. Durante la ceremonia del compromiso, nuestra actual "pedida de mano", el novio regalaba a la novia un anillo de compromiso y otros regalos tanto del novio como de los familiares y amigos. Puesto que normalmente el hombre aportaba al matrimonio casa y medio de subsistencia con su trabajo, la mujer aportaba una dote en dinero o bienes como tierras, joyas o propiedades pagada al marido por el padre de la novia. El mes propicio para las bodas romanas era el mes de junio, dedicado al dios Juno, el de las dos caras, con una importantísima presencia en la vida romana. La comitiva del novio, familiares, amigos y clientes llegaba a casa de la novia y allí se celebraba la ceremonia. La novia debía vestirse de una manera tradicional: una túnica especial, la tunica recta con una cinturón de lana o cingulum herculeum de doble nudo y cubierta con un velo ritual de color azafrán llamado flammeum, además iba peinada a la manera tradicional romana, con seis trenzas y una diadema de hierro. Entonces, la novia unía su mano a la del novio en la dextrarum iunctio en presencia de testigos que daban fe del hecho en el registro, después se celebraba un sacrificio y después un banquete con música y baile... No, no es que las bodas romanas se parezcan a las nuestras, es que las nuestras son una versión ligeramente actualizada de las romanas, y por supuesto, mucho más caras que entonces, claro. Tras el banquete, al anochecer, todos acompañaban en procesión a los recién casados a su nueva casa. Precediendo a la novia iba un muchacho con una antorcha encendida en el fuego de la casa del novio, al llegar, el muchacho lanzaba al aire la antorcha y al que lograba cogerla se le felicitaba ya que aquello era signo de que su vida sería larga y próspera... hoy en día lanzamos el ramo de la novia, sin duda algo menos peligroso ya que no hay peligro de chamuscarse los dedos. Una vez ante la puerta de su nueva casa la esposa untaba las jambas de la puerta con aceite y las adornaba con cintas de lana. Traspasaba el umbral como nueva señora de la casa y por ello recibía simbólicamente el fuego y el agua de manos de su marido y la custodia simbólica de las llaves de su nueva casa. Dos damas de honor, casadas por supuesto, la conducían a su nueva habitación y la preparaban mientras el marido soportaba con buena cara las bromas de sus amigos. Como todo en Roma, el matrimonio era un contrato y especificaba que su fin primordial era dar hijos a Roma, así que había que ponerse a la faena sin pérdida de tiempo.




Vida cotidiana de la mujer.

El papel principal que desempeñaban las mujeres en Roma era el de fiel y abnegada esposa ya que dependían en todo momento de su marido. Los enlaces matrimoniales solían ser concertados por las familias y el padre de la joven debía entregar una dote a la muchacha, si quedaba viuda, el padre, su hermano o su propio hijo mayor tenía potestad sobre la mujer, en el caso de mujeres con cuatro hijos varones podía disponer de sus bienes.
El papel de la mujer en las casas respetables de Roma es que las matronas mataban la mayor parte del tiempo en los trabajos relacionados con la costura y el tejido, paulatinamente la mujer irá ocupando un papel protagonista en la organización de la familia.
La omnipresencia de los esclavos en las vidas de las clases acomodadas romanas provocará que las infidelidades fueran públicas la mayor parte de los casos, los emperadores contaban con un amplio harén de concubinas en palacio, que solían ser mujeres libres.

Vestidos, peinados, etc.

Las mujeres acomodadas invertían mucho tiempo y dinero en su arreglo personal. Usaban peines de todo tipo de materiales (bronce, marfil, hueso, carey, oro) con los que se peinaban de raya en medio para diario y con peinados elaborados, con trenzas y chongos, en ocasiones especiales. Muchas mujeres rizaban su cabello con el calmistrum, un tubo de metal que ponían sobre carbones calientes, y luego se fijaban el peinado con ungüentos. En el cabello se usaban listones, peinetas y otros adornos.

Había peinadores profesionales que se llamaban ornator y pectinator que acudían a las casas de las señoras ricas. También se sabe de una gran variedad de cosméticos, cremas, ungüentos olorosos y perfumes, que las señoras guardaban en hermosos recipientes de cerámica, cristal y alabastro, generalmente importados de Grecia y Oriente. En ningún tocador elegante faltaba el imprescindible espejo, que se fabricaban en Alejandría, en Egipto.
El maquillaje se vendía en forma de polvo y antes de usarse debía diluírse con lanolina (aceite) en pequeños platos. Los labios y las mejillas se pintaban de rojo, con pigmentos que se obtenía de ciertas plantas y moluscos. Los ojos se delineaban de negro y las cejas las usaban muy marcadas. Los párpados los sombreaban de color azul.
















La stola era el traje que la mujer romana casada usaba y era con muchos pliegues parecida a la túnica de los hombres. La subucula era larga hasta los pies y se ceñía con un cordón por las caderas y con un cinturón bajo los pechos. Podía estar decorado con una banda de color púrpura; en época posterior a la clásica fue sustituida por la túnica delmatica, una túnica muy elaborada que también llegaron a utilizar los hombres en lugar de la toga.

La palla era un manto, evolución del himation griego, que las mujeres utilizaban cuando salían en público, habitualmente cubriéndose lo cabeza. A veces la palla era sustituida por el supparum, manto de tela ligera que llegaba hasta los pies. El peplo era un manto rectangular que se unía en la parte derecha de la espalda con una fíbula, y se ceñia al cuerpo con un cinturón. El peplo ya venia de Grecia y se adoptó a la manera romana.